Alberto López Serrano
Autor de poemarios que ya son referentes de nuestra poesía—La nave falta, Cien sonetos de Alberto, Y qué imposible no llamarte ingle, Montaña y otros poemas, El domador de caballos y Cantos para mis muchachos—, su obra explora el pulso de lo íntimo, la épica urbana y el eco de los mitos en la cotidianidad. Cada uno de sus versos late con un ritmo propio, capaz de alzar al lector “desde la sima de la negra tierra” hasta la luminosidad de un “ritmo de las rosas”.
SELECCIÓN 2024
Coordinación y diseño: Elizabeth Sicilia
4/24/20243 min read


Algo sobre mí.
Profesor en inglés y en matemáticas. Miembro de la Fundación Cultural Alkimia, coordinador de la peña cultural Los Miércoles de Poesía 2008-2023. Director de la Casa del Escritor—Museo Salarrué del Ministerio de Cultura de El Salvador entre 2016-2024. Director del Festival Internacional de Poesía “Amada Libertad” y del Encuentro de Poesía de San Salvador. Miembro de THT. Ha participado en festivales, encuentros y ferias en toda Centroamérica, México, Cuba, Perú, Bolivia y Colombia.
Poemarios publicados: “La nave falta”, “Cien sonetos de Alberto”, “Y qué imposible no llamarte ingle”, “Montaña y otros poemas”, “El domador de caballos” y “Cantos para mis muchachos”, y también en antologías de poesía salvadoreña.
Caminar caprichoso como nube,
volátil, el aliento de la vida
nos lleva por la senda recorridque a veces baja y otras veces sube.
Vivir para caerse, a la deriva,
en una sima de la negra tierra,
pero el soplo de Zeus se nos aferra
para alzarnos de nuevo a la luz viva.
Nada más un suspiro, eso es vivir.
Nada más un descuido, y nos perdemos.
Cada paso intentamos descubrir,
inútil, lo perenne de las cosas.
Ancla no se nos da, pero hoy podemos
plantar de nuevo el ritmo de las rosas.
Todo vos
Ya se sabe que todo vos a la sombra de mis muros
sólo vos bajo la piel de mis escombros
mientras gotean del techo las letras que te nombran
Cruje la almohada al resonar el pulso
"Habla" me grita la penumbra
y temo poner las vocales a tu nombre
"Salta" me insiste la voz
"Sólo falta el salto del muro hacia el asfalto"
y yo, con vocación de piedra,
agito el lago de mi sábana en silencio.
Cuajan en mis labios consonantes nada más
que no se atreven a soltar el fuego que las quema
Soplo brasas en secreto
Me clavo relámpagos sin trueno
y yo, con vocación de niebla,
traspaso con mis dientes tus espaldas
Vuelta y vuelta
Carcoma el espanto del tic tac en las sienes
Vuelta y vuelta
"Rómpete el altar y lánzate"
Vuelta y vuelta
y todo vos en el puente con que sueño verde cruzando hacia la mesa
y todo vos en azul alucinándome las venas con sonrisa
Te imagino como un tsunami de letras grises
se graban en mi trepidar de carne abstracta y yo sonrío
por la mañana te diré que todo bien
qué los pájaros se burlan de mí cuando amanece
que las horas son camellos que esparcen saliva en mis pupilas
Todo vos
ya se sabe que todo vos a la sombra de mis muros
todo vos a las tres treinta de la mañana
sólo vos en la agonía que me clavo
sólo vos completo en mis párpados en vilo
todo vos todo vos todo vos
Estás oculta en un rincón aparte.
A medio punto tejes casi a ciegas
un manto grueso, púrpura y muy largo,
salpicado de flores de colores
que has bordado mecánica, hábilmente.
Hebra en tus dedos pálidos: derecho.
Máquina ansiosa y perfección: revés.
Ciñe tu talle el peplo de la boda.
Los trenzados adornos del tocado
apenas brillan al candil que lanza
su luz perdida… y alta la techumbre.
Apenas sostenida en la diadema,
la sombra de tu velo casi inmóvil
te enreda en la pared y te contiene.
¡Qué alegre te veías de su mano!
¡Qué bello lo obtuviste de la diosa!
¡Qué fuerte te abrazaba sobre el carro
mientras entrabas a vivir en Troya!
La médula del niño está en el plato.
Después se dormirá con la nodriza.
El ruido del fogón te reconforta.
El agua se calienta para el baño
cuando vuelva agotado de los golpes,
cuando tibio le laves las heridas,
cuando tibio lo mires a los ojos.
Ya bajo el fuego el trípode te anuncia
que dejes las agujas y tu manto,
y esperes destejerte entre sus brazos.
Apartas lento el velo de tu oreja,
pero no oyes las puertas que se empujan,
sólo un leve rumor que desde afuera
te va a romper el cráneo contra el muro.
La luz en el candil se descompone.
Ansiosa tiras todo contra el piso.
El agua hierve loca y pareciera
llamarte a voces no vayas afuera
mientras ya sin control se desparrama.
El fuego te ve ansiosa y descompuesta.
El fuego sabe que el feroz Aquiles…
El fuego bajo el trípode se calla.





