Ana María Rivas
En esta selección de poemas, Ana María Rivas presenta un recorrido que explora la identidad, la historia y la corporalidad a través de versos contundentes y visualmente potentes. Los poemas, que abarcan desde la crudeza de "Una mujer" y la introspección de "Frente al espejo", hasta el erotismo y la intimidad plasmados en "Arnés", invitan al lector a reflexionar sobre la experiencia femenina en sus múltiples facetas. Cada poema se erige como un testimonio de resistencia y transformación, donde el dolor, la memoria y el deseo se funden en una narrativa lírica que retumba con fuerza en el alma.
SELECCIÓN 2023
Diseño y coordinación: Elizabet Sicilia
8/19/20233 min read


Algo sobre mí.
Ana María Rivas
Santa Tecla, 18 de Junio de 1995. Poeta y artista visual. Formó parte de la extinta Escuela de Jóvenes Talentos en Letras de la Universidad Dr. José Matías Delgado. Fue miembro del Taller Literario Altazor y de otros talleres de poesía en los últimos años.
En 2016, recibió el primer premio en la categoría de poesía en el concurso “La Flauta de los Pétalos”, certamen de literatura hecha por mujeres, a cargo de la Universidad de El Salvador y el Centro de Estudios de Género. Parte de su producción figura en la compilación literaria “Sextante”, en el área narrativa. Sus poemas han sido publicados en “Torre de Babel Volumen XV, Antología de la poesía joven de antaño”, “Las muchachas de la última fila”, antología de poetas salvadoreñas, en la revista “Cultura N°121”, de la DPI entre otras revistas virtuales. Ha sido traducida al inglés y participado en diversos festivales internacionales, como el 31° Festival de poesía de Medellín.
Egresada de la Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de El Salvador.
Cuántas veces huimos del mundo,
Cuanto tiempo nos quemaron las manos:
ejercimos largamente el oficio
de parir, hacer la cena, criar las bestias.
Nos confinaron a ser adorno,
en la sala de señores importantes.
Mordimos la lengua ante el insulto,
contuvimos el puño, ante el golpe.
Nos rendimos a limpiar los estantes más bajos,
y les chupamos su maldad entre lágrimas.
Nos royeron el cuerpo,
nos dejaron desnudas,
en basureros, veredas y cañales.
Fuimos violadas todas.
Por el padre,
por el hijo,
por los hijos de sus hijos.
Y nadie dijo nunca nada.
En la hondura del silencio,
nos zurcimos las heridas.
Nuestro corazón era un remiendo
que se abría siempre,
una y otra vez.
En noches más oscuras nos quemaron las alas.
Coleccionábamos yerbas,
hacíamos brebajes,
para curar a quienes fueron nuestros delatores.
Nos hallaron haciendo el amor entre el fuego,
alzamos la voz y nos creyeron dementes
y por brujas desviadas nos quemaron en la hoguera.
Eran todos varones, hijos legítimos de Dios.
Ceniza sobre más ceniza,
fuimos una con el soplo del viento.
Borraron nuestros nombres de las enciclopedias
ignoraron nuestros pasos en los periódicos importantes
guardaron nuestros restos en amplios cementerios
donde nunca hubo una tumba,
un nombre,
una mujer.
Sigo las curvas de mi silueta con mis manos:
Por aquí un pliegue,
por allá una mancha
la cicatriz de infancia
cuando caí en el vidrio
sin saber que el filo
abriría la herida
los días restantes
de mi tránsito en la tierra.
Múltiples rostros aparecen tras de mi:
Señalan los pies que heredé de mi padre
Amplios,
planos,
de recio andar.
Señalan los bordes irregulares de mis piernas:
naranjas maduras
para quitarles la cáscara.
Cuelgan sus dedos de mis brazos ,
me crecen raíces blancas
sobre la redondez de mis caderas.
Con un golpe, quiebro el espejo.
Quiero pelar la fruta,
sacar las esquirlas
arrancar las raíces.
Colgar definitivamente
esta piel en el perchero.
Corre lento la hebilla.
Introduce el broche
en el último orificio.
Se reclina en el diván,
arquea la espalda,
y sus pezones despiertan
del sueño con mi tacto.
Ella muerde sus labios
y mis dedos se sumergen su boca.
Su lengua efervece en humedad
que me desciende
hasta el sur más íntimo.
El arnés es exacto:
Cada parte del cuero
se ajusta a su cuerpo.
Sigo las líneas,
los cruces perfectos
como puentes donde salto incontenible
hacia su piel.
Recorro sus tatuajes como un mapa
que me lleva inevitablemente hacia su costa.
Ella se ondula
estremece el aire,
llega el encuentro
de los labios
todos.
Ella me cabalga
me somete,
embiste
abre mis glúteos,
clava sus uñas.
Me bautiza de nuevo
con la fluidez de su saliva
baja por la curva de mi labios inferiores:
Ella es caracol en mi valva
recorre sus pliegues
conoce su sonido,
como hamaca telúrica
muevo el vientre en su lengua
me vuelvo temblor,
huracán,
desato el río,
y su cara resplandece
y relame el agua.
Acerco su rostro mojado junto al mío ,
cada parte
de su cuerpo segmentada
como piezas precisas,
rompecabezas perfecto .
Le desato el pelo,
el arnés,
los sueños.
Sonreímos.
Nos volvemos a a(r)mar.





