Esa eterna ficción que proviene de la sangre [Apuntes sobre El Conde de Pablo Larraín]

Josué Andrés Moz recupera y actualiza su reseña de 2023 para La mosca luminosa y la publica ahora en Revista Cinco SV como parte de la serie El Obturador; en un solo trazo cáustico, disecciona El Conde (2023) de Pablo Larraín, una sátira vampírica en blanco y negro que convierte al dictador Augusto Pinochet en un espectro de terror simbólico, donde la familia, la religión, la impunidad y el ciclo histórico se revelan a través de un dinámico relato de vampiros lleno de ironía y elegancia. Moz destaca el virtuosismo visual y la precisa construcción de los símbolos, así como la impecable actuación de Alfredo Castro, Jaime Vadell y Stella Gonet, para recordarnos que, tras ver morir a un dictador en la pantalla, siempre acecha el nacimiento de otro.

JULIO 2025CINE

Josué Andrés Moz

7/20/20254 min read

ESA ETERNA FICCIÓN QUE PROVIENE DE LA SANGRE [APUNTES SOBRE EL CONDE DE PABLO LARRAÍN]

Nota: el texto que presento para esta entrega es una versión actualizada de una reseña que publiqué en 2023 a través del medio ‘‘La mosca luminosa’’ en Colombia, galería digital que actualmente se encuentra con sus actividades pausadas, pero que acogió con cariño mis palabras mientras se mantuvo activa. Ahora gracias a ‘‘Revista Cinco’’, puedo dar nueva vida a mis impresiones y sumar un capítulo más a ‘‘El Obturador’’.

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Cáustica de principio a fin, la propuesta de Pablo Larraín aparecida a mediados de 2023 «El Conde» nos entrega una mirada brutal y con símbolos fáciles de digerir para el público en general, sobre la figura del dictador Augusto Pinochet (1915-2006), quien encabezó el golpe de Estado contra Salvador Allende y mantuvo su dominio oficial sobre el pueblo chileno desde 1973 hasta 1990.

A nivel formal, nos encontramos con una sátira que se vale de los recursos del terror y de lo fantástico, para realizar una fotografía espiritual del dictador, de su familia, de sus aliados, del papel de la religión, de la impunidad y del carácter cíclico de la historia misma. Respecto al argumento, nos encontramos con un dinámico relato de vampiros, en el que Pinochet ha pasado por diferentes momentos históricos, en los cuales ha solidificado su apasionada postura ideológica, hasta que llega el momento en que puede llegar a dominar Chile, y luego, tras ''perder su gloria'', se ve obligado a fingir su muerte para evitar juicios y seguir con su vida de manera aislada, y sintiéndose más cómodo con su condición de asesino, antes que con su condición de ladrón, frente a la cual presenta un absoluto rechazo, que no hace más que evidenciar el marcado cinismo que enviste a su figura.

Sin lugar a duda, Larraín nos entrega la más divertida de sus películas, pero a su vez, una que no deja de estar equilibrada, pues, aunque el absurdo es la herramienta con que se forja la narración, esta nunca llega a perder su elegancia, pues se toma muy en serio a sí misma en todo momento.

Tal como ha dicho el director, el hecho de que la película se encuentre en blanco y negro nos permite distanciarnos del personaje protagonista, pero también, facilita apreciar todo el virtuoso juego visual del que la cinta echa mano. «El Conde» es una colección de imágenes cinematográficas potentes y de diálogos inteligentes que resultan traducciones de los discursos importantes y de quiebre en la revisión histórica de las tiranías, dentro y fuera de Latinoamérica. De allí, que la figura de Margaret Thatcher, quien se lleva la película en su último tramo, resulte ideal para terminar de cerrar las intenciones del director. Es muy grato presenciar esa revelación, precisamente cuando la película misma te entrega las pistas necesarias para sospechar quien es la dueña de esa voz en off.

Otro punto clave para la ejecución exitosa de la cinta, ha sido la elección adecuada y consciente de un reparto impecable, en que las caricaturas de estos personajes se encuentran cinceladas con muchísimo cuidado y en cuyas sutilezas se hallan hospedadas: la seriedad y el respeto que un tema tan importante requiere, cuando es abordado desde la farsa. Alfredo Castro (quien hizo un papel muy bello como Lemebel en «Tengo miedo torero») hace una excelente representación como mayordomo de Pinochet, personaje siniestro que es igualmente interpretado con gran acierto gracias a la experiencia de Jaime Vadel, y quien solo se ve desplazado en escena cuando Stella Gonet inunda la pantalla dando cuerpo a la dama de hierro.

Nos encontramos finalmente frente a un gran acierto que, pese a ser tildado por algunos críticos como ''un trabajo excesivo'' desde el uso de sus símbolos, considero que funciona con sobriedad, amparado en la conciencia de la buena escritura. Si pensamos en un exceso de símbolos que hiciera aparición en el 2023, yo diría que ese puesto se le puede dejar sin problemas a Ari Aster con «Beau is afraid», pero en el caso de «El Conde» hay una necesidad de comunicar con una considerable claridad y de entregar las pistas con relativa facilidad a los espectadores. Tanto es así, que el cierre en su tono siniestro y poético nos deja con la terrible certeza de que: luego de ver morir a un dictador, inmediatamente se estará viendo nacer a uno nuevo, ya sea en su país de origen o en cualquier otro territorio-víctima de los radicalismos, la codicia y la miseria.

Sin más que agregar, diré que, en medio de las coreografías de vuelos nocturnos, esos asesinatos con arma blanca, los licuados de corazón y las ironías católicas, el espectador podrá encontrar una dulce y elegante venganza histórica, en esta película que forma parte de mis favoritas del realizador chileno, superada en mi cariño únicamente por «Spencer» del 2021 y «El Club» del 2015 respectivamente. De más estaría decir que mi deseo es que se permitan la experiencia sumergirse en esta ficción, que pese a su impacto, no llegará a ser tan cruda como esa ficción a la que referencia desde su naturaleza alegórica.

Josué Andrés Moz, febrero 2025