Leer “Fruto” de Daniela Rea

En esta columna Lauri García Dueñas recorre la memoria de su primer posparto, marcada por la soledad casi absoluta y la culpa de no alcanzar un ideal de “buena madre”. Al encontrarse con “Fruto” (Antílope, 2022) de la periodista Daniela Rea, descubre compañía en 14 voces que desnudan la violencia estructural en México y América Latina: los mitos del amor romántico, la naturalización de la violencia de género y la exigencia del sacrificio materno

JULIO 2025ARTÍCULOS Y EDITORIALES

Lauri García Dueñas

7/20/20253 min read

Leer Fruto de Daniela Rea

Por Lauri García Dueñas

Lunes 24-03-2025

A nueve años de mi devenir mujer madre, todavía siento escalofríos al recordar los momentos más oscuros y delirantes de mi primer posparto. No se ha borrado la cicatriz de la soledad casi absoluta de esos días. Y la culpa por todas las veces que, sobrepasada, alcé la voz o proporcioné una crianza lejana a mi deseo.

Leer “Fruto” (Antílope, 2022), de la periodista mexicana Daniela Rea, me hizo sentirme menos sola, más acompañada, menos delirante y, de alguna manera, me ayudó a perdonar todo lo que he hecho como madre autónoma imperfecta con la última barrita de salud mental que me quedaba en mi batería personal. Me ayudó a vislumbrar el contexto social que nos orilla a tantas cosas. Y que, a veces, asfixia.

“Fruto” son 14 voces pero también millones. “Fruto” cuenta los intersticios de la violencia en México (donde a diario nacen 6000 seres humanos que necesitan cuidados para poder sobrevivir), que pueden ser los intersticios de la violencia en América Latina, la injusticia estructural en la que intentamos sobrevivir las mujeres madres, lima los estereotipos edulcorados de la “buena madre” (spoiler, no existe, es el patriarcado adiestrándonos para sacrificarnos y anularnos), relata puntos tan álgidos como el su1c1d1o materno, escarba en la propia y dolorosa historia, la de la mamá ‘monstruo’ que atemoriza a las hijas cuando ya no soporta y grita y asusta. Caracteriza la frustración frente a la enfermedad de la hija. Explica lo difícil que es ser mujer, madre, escritora y periodista. Hablan las madres, hablan las hijas, se escuchan, nace la primera hija, nace la primera madre, corren al hospital. Emergencias. Confusión.

Ahora que mi propia madre ha partido, mi personaje favorito es la madre de la periodista, esa madre que sí pudo irse tras su deseo, yo me siento una cautiva en fuga por ratitos, aunque en detrimento de la hija mayor que queda al cuidado y ese es otro gran tema: las hermanas mayores que asumen responsabilidades que no les corresponden. O los genitores irresponsables, tan normalizados como personajes secundarios.

La infancia del norte de México, con sus momentos de violencia y de ternura, también me conmueven, el hermano que fuma marihuana, el hermano que se aísla es su masculinidad pero que es bastión de cuidado. La madre lavando los uniformes. La casa en permanente obra negra, como el recuerdo de la propia infancia en un El Salvador en guerra civil durante los ochenta.

Entrañable es ver a la autora escribiendo este libro con su madre haciendo su tesis, remanso íntimo de personas complejas que no dejaron de ser mujeres por devenir madres, que siguen su deseo porque escriben. Juntas. Separadas. Distintas. Con los equívocos siempre de por medio.

Daniela escribió este libro desde ella, hacia su madre, con y para sus entrevistadas, preguntó, investigó, como pocas, una bibliografía amplísima de precursoras en el tema, pero aunque una escribe en un soliloquio que no sabe si algún día será leído o atravesará los sentipensares de otras, su texto me atravesó y remendó bastante a mí. Por eso fue nuestra invitada a la Escuela Generosa 2025 y publico esta mi primera columna para Revista Cinco de la editora salvadoreña Elizabeth Sicilia en honor a tu libro. Porque quisiera que más personas lo leyeran y problematizáramos lo que nos sucede. La maternidad en estas condiciones económicas y sociales es insostenible, necesitamos otras posibilidades.

Gracias, Daniela, porque vos, la documentalista, la periodista, has escuchado a tantas, te has y les has preguntado tantas cosas, has estado de viaje y has estado pensando en los waffles de tus hijas, has estado en la playa y has estado leyendo guiones, has aceptado venir aquí con nosotras, sea que hoy, por motivos de fuerza mayor, estés o no estés en cuerpo, pero está lo que escribiste. Estás, permanecés en todo lo que escarbás de este continente que, como dice Brenda Navarro, existe gracias a la vida que construimos las mujeres. Gracias por “Fruto”, porque pude perdonarme un poco para seguir con vida, para seguir escribiendo y criando. Te queremos siempre. Gracias por escucharnos.