Yuleisy Cruz Lezcano (Cuba e Italia)
Cuerpos, fronteras y belleza desafiante. Nacida en Cuba y radicada en Marzabotto, Italia, Yuleisy Cruz Lezcano lleva en la médula el cruce de geografías, disciplinas y lenguas. Bióloga, enfermera obstétrica y autora de 18 libros, ha encontrado en la poesía un refugio y una trinchera desde la que observa el mundo con una mezcla de ternura y temblor. En italiano o en español, su escritura es un grito suave y firme a la vez. En esta muestra, la autora convoca imágenes cargadas de migración, deseo y tierra. El mar de Lampedusa, los trenes solitarios, los cuerpos que buscan tocar tierra y las promesas envueltas en lágrimas son algunos de los motivos que desbordan sus versos. Su poesía abraza lo mestizo, lo sensual, lo político y lo humano en una sola respiración. Yuleisy no escapa a la herida: la atraviesa y la transforma en canto. Porque para ella el poema es barco, es fuego, es llamada. Es fiesta íntima y colectiva, donde el amor se celebra con palabras “desnudas”, como el alma misma. En su universo todo viaja: la memoria, el cuerpo, la lengua, la esperanza. Esta muestra es un viaje —con herida, con música, con semilla— hacia ese lugar donde la vida insiste y florece, aunque la historia la intente negar.
SELECCIÓN 2024
Diseño y coordinación: Elizabeth Sicilia
4/24/20242 min read


Algo sobre mí.
Nació en Cuba el 13 de marzo de 1973, vive en Marzabotto (Bo), Italia. desde los 18 años obtuvo el Doctorado en Ciencias Biológicas con Maestría en Enfermería y Obstetricia en la Universidad de Bolonia. Desde 2012 ha participado en varios concursos literarios en italiano, obteniendo a menudo excelentes resultados. Ha escrito 18 libros, el último es “Di un’altra voce sarà la paura”, publicado con Leonida Edizioni.
Llena de sangre nació,
con pocos versos llorados
se anunció,
en un barco lleno
de ojos desesperados,
donde la idea de la vida
casi escapaba.
Nació para sazonar
con su presencia extranjera
la quimera
de una vida mejor.
Nació entre medusas,
en el mar de Lampedusa,
acorralada de mariposas eléctricas
que devoraban las carroñas
de cuerpos que soñaban
tocar tierra, antes de ahogarse.
Nació ya grande, para salvarse
y salvar el corazón del África continental.
En su sonrisa natural
se ve como sonríe a la vida,
con movimiento soberano,
llega y llama a los blancos
con su negrada oliente a cebolla frita.
Si la oyes, oyes en su sonrisa infinita
el vudú de tambores
y en sus ojos, reflejados,
se ven los colores
de la sangre derramada
por el sabor de libertad.
Existe, dicen,
un tren que va Tozeur,
un tren como un relámpago
caído en una espiga,
lleno de aromas,
de sabores pasados,
de pasos olvidados
a lo largo del sendero de violetas.
Existe otro tren
y yo monto sola,
empujada de la mano de un pájaro
en la transparencia azul
del cielo.
Existe un viaje en el misterio,
donde cada paso se paga
con las heridas,
pegadas a la mente.
Existe un viaje de horas lentas
empleadas en lecturas y contemplaciones.
Existe un viaje del cuerpo,
a través de las emociones
de ojos profundos
y de alientos impulsivos.
Viajamos, viajamos de vivos
en los crepúsculos rojos
escondidos en nuestras venas.
A veces viajamos
con las manos llenas
de semillas de raíces
que crecen hacia arriba;
a veces tenemos que doblar las rodillas
contra el asfalto
para rezar por una necesidad,
que más que un sueño,
es una exigencia,
que explota en nuestro mundo.
Puedes venir desnudo
a mi fiesta de amor,
puedes hasta llegar
en puntillas de pies,
agarrado a las nubes
con un hilo.
Ven como quieras,
pero trae contigo la música,
canta sobre nuestras vidas
perfumes de palabras,
coronas de lágrimas
entre barras cerradas,
emociones ilusionadas
de ríos de promesas,
escondidas claramente
de la oscuridad de la noche,
dormida sobre tus pasos
detenidos en las dudas.





